¿Cómo pinta el panorama en la sociedad poblana y demás entidades?
Se arrancó el mes con la conmemoración del genocidio del Movimiento Estudiantil de 1968, el pasado 2 de octubre se cumplieron 50 años del suceso. Las calles de la Ciudad de México se vieron aglomeradas de gente que pedía justicia por aquellas pérdidas de hace 5 décadas, también se vislumbró a familiares de los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa que se unían a la rebelión para perseguir a las voces de la libertad y la verdad.
Actualmente, se ha originado cierta pasión por las manifestaciones que se dan por una causa social o para reclamar acciones cometidas por el Gobierno y decisiones que perjudican a los habitantes. Cabe mencionar, que el día que se celebraron los 50 años de la matanza de Tlatelolco, muchas figuras políticas y públicas hicieron declaraciones para respaldar el honor de las víctimas jóvenes.
Entre ellos el rector de la UNAM, Enrique Graue, dijo que desde la rebelión del 68 comenzaron a efectuarse las movilizaciones ciudadanas con más ahínco. A partir de ese momento, “algo en México se rompió”, todos se percataron que ya no se debían permitir situaciones parecidas y que atentaran con la vida de personas que piden derechos y la omisión de represión, quienes no se quedan callados ante las injusticias ejercidas por los mandatarios.
Es una realidad que el contexto necesita una erradicación total, desechar de privilegios a los políticos que poseen montones de billetes, de propiedades y muchos más recursos. Mientras individuos viven en la hambruna, otros despilfarran el dinero y disfrutan de lo superfluo. Para éstos últimos la comodidad está a la vuelta de la esquina. Es por ello que el gobierno entrante ha reiterado su posición en cuanto a generar más oportunidades, y eliminar el fuero excesivo de los políticos, más del 50 por ciento de la población sembró esperanzas en Morena. Sin embargo, no se puede cantar victoria o cambio, hasta vislumbrar resultados, al menos en un setenta por ciento.
La otra cara de la moneda
Es importante no quedarse con una sola postura para ampliar la visión. En días actuales, se están implementando las marchas “pacíficas”; de hecho, el presidente electo hace mucho énfasis en la “no violencia”, su futuro gobierno no ejercerá medidas violentas. Las marchas son presentadas y difundidas para escuchar la “voz del pueblo”, para que la inconformidad o reclamo de la población llegue a oídos de las altas autoridades, ya que será difícil que las demandas sean atendidas de otra manera. Hasta el momento, ha sido la forma más viable, pero quizá, no siempre la más efectiva.
No se niega que las marchas puedan tener un resultado positivo, pues hay luchas sociales que, por supuesto requieren de perseverancia, de alzar la voz y declarar verdades que normalmente no agradan a los apoderados, porque puede ser exhibida la corrupción, injusticia, “tranzas” del gobierno, entre numerosos males. Empero, al mismo tiempo, los propios inconformistas sienten hartazgo ante dichas manifestaciones, ya que concuerdan en que no hay trascendentes logros y causan desorden en las calles.
A veces sólo son la nota del día, y la sociedad se olvida del tema. Pueden reincidir para ser constantes en el recordatorio, últimamente se han convertido en una “moda”, hasta cierto punto, son rebeliones importantes que intentan despertar al entorno, pero que también se vuelven “sin sentido” y molestas por lo revoltoso. Esa es la concepción de aquellos que no están muy de acuerdo en estos actos, y que tiene su dosis de verdad.
Deberían renovarse las marchas
Es entendido que siempre hay una causa detrás del desfile de sujetos gritando y reclamando, unas razones pesarán más que otras. El pueblo puede juzgar, el gobierno no tanto, pues se rigen a través de intereses, pero el gobierno tiene su derecho de autoridad y es ahí cuando puede surgir la barrera, pues la división es muy pequeña entre “autoritarismo” y “autoridad”. El primero pretende ejercer su poder de mandato a destajo, sin miramientos o discernimiento entre lo apropiado y lo injusto. En cambio, el segundo es para darle seguimiento al reglamento que estructura a los países y mantiene un orden, sin abusar del poder de mandatario.
Ahora bien, el elemento que necesitaría este ejercicio de la expresión es una innovación, en la que se refuerce la causa, en la que el argumento o fundamento posea más profundidad, para que genere un impacto, ya que en ocasiones no basta con saber la tragedia, sino que requiere de un trabajo para que las demás personas comprendan el ahondamiento de la circunstancia.
Si se crea una táctica inteligente que involucre a los demás que no se encuentran participando podrían ocasionar una verdadera “consciencia”, y, asimismo, que haya un paro en las calles, pero sin enojo o mentadas, de tal forma, que el hombre o mujer se olvide de la prisa o de sus deberes cotidianos.
Por otro lado, AMLO ha asegurado que su gobierno no será autoritario, es una declaración bastante gustosa, y para todos. No obstante, se interrogaría el punto de qué si sabrá equilibrar entre la libertad que otorgará al pueblo y su derecho de autoridad, para poner límite en ciertos aspectos, pues hay que reconocer que la gente, a veces, si se le da oportunidad se aprovecha y abusa, puede sonar escandaloso, pero una vez más tiene una dosis de verdad.